martes, 29 de noviembre de 2016



Segundo brochazo en la cerca de Tom. Una amable colaboración de Alfredo Álamo, en forma de relato: "Isis y el velo". Disfrútenlo.

Y recuerden lo que dijo Tolkien:

 «No hay nada como buscar bien, si deseas hallar algo. Normalmente sí lo logras, si haces eso. Pero no siempre es exactamente lo que deseabas encontrar»

 Ya entenderán por qué lo digo...

Aquí está el cuento:

http://paraguascongoteras.blogspot.com.es/p/blog-page_29.html


 El blog del autor, aquí:

 http://monstruosfelices.es/





domingo, 27 de noviembre de 2016

Pónganle nombre a esta entrada








 Hice este meme sin intención política, aunque parezca lo contrario. Así es mi humor: más inocente que negro, aunque siempre irónico.

Ha muerto el último personaje histórico vivo que quedaba, valoraciones sobre dicho personaje aparte.

Aunque es la gente anónima la que empuja el carro de la historia todo el tiempo. La que más sufre el traqueteo entre las rocas y más se enfanga también, bajo una u otra ideología. Simplemente porque la gente más humilde va siempre a pie en el fondo, aunque consiga un automóvil.

 Ojalá los personajes existieran sólo en la ficción, y fuesen las personas las que pasan a la historia.  Aunque al final, todas ellas lo hacen (lo hacemos) de uno u otro modo. Pero no todas dejan una huella perdurable como la que, para bien o para mal, dejan algunos dinosaurios tras de sí en el barro.

  Es el fin de una era, supongo. Y quizá el comienzo de algo diferente. Pónganle nombre ustedes a ese algo, si es que quieren... A mí no se me ocurre.

Dicen que lo malo de la historia es repetirla una y otra vez, como los memes. Yo añadiría que lo peor es pagar impuestos por ella. Con o sin capitalismo. Y no sólo hablo de dinero.

Ojalá que cuando el famoso niño del cartel sea ya un adulto y le crezca una tupida barba como la del cubano (si le crece), no tenga que temblar de angustia cuando se la rapen al vecino.

Por soñar...

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Leer en caso de incendio





Sobre el infierno en el que uno vive, a veces. Un perfecto viral, aunque no lo pensé así.

Se lo dedico a un hada malgeniada que lee esto (mientras come verduras).

Que lo distruten.




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                                                               LEER EN CASO DE INCENDIO
                                                  
                                                  (Manuscrito hallado en la mano de un cadáver)




No dejes de leer esto, aunque te quemes. ¿Temes morir? Pues morirás lo mismo, un día u otro. Eso lo sabes. ¿Por qué no iba a ser ahora, por cierto? Eres adulto, ya has tenido tiempo suficiente. Y lo has perdido a veces, no te engañes.

 ¿No sabías que también mueren los niños? Incluso antes de nacer, algunos de ellos. Y otros después, de hambre o abandono. Quieto ahí, no intentes esquivarme. Sigue leyendo sin temblar, aunque te cueste. Ten dignidad, no seas tú como esos bobos que se atolondran a la primera llamarada, tropezando igual que pollos sin cabeza. Tú eres mejor que eso, estoy seguro. O eso te dices a ti mismo siempre, ¿me equivoco?

Ya lo sé: crees que la situación se ha vuelto extrema. Que todos corren fuera ya, despavoridos. Que se oyen gritos de horror y hueles a quemado. Que el techo sobre ti se desmorona. Que no te queda oxígeno ya casi. Que empiezas a ver mal con la humareda. Que hay lágrimas también sobre tus ojos. Que tienes mucho miedo y, de repente, te empiezas a plantear por qué has venido a este rincón… 

Sólo querías leer este cartel, estoy seguro. Cuando todo es muy confuso para ti en medio del infierno, y sufres lo indecible buscando una respuesta.

 Pues no la tengo, en realidad. O sí la tengo: vive. Simplemente busca una salida. No intentes razonarlo tanto todo. No te plantes para siempre ante un escrito. Escucha sólo con el sentimiento, aunque no es fácil. Pero actúa con la razón, y no al revés... No des la espalda al fuego, o te alcanzará antes. Ni lo mires de frente, pues te quemará los ojos. Míralo de perfil, sencillamente. Y después, coge la rosa con cuidado, entre las brasas. Es sólo eso. No hay más. 

 Ahora sí, ya puedes irte. Pero antes, copia este letrero siete veces. Sí, ya sé que el fuego te acorrala y suena absurdo. Que ya no tienes tiempo para eso. Pero hazme caso: escríbelo, harás bien.

Y no con una máquina: hazlo a la antigua. Y sin angustia, para que no te tiemble el pulso y se lea claro. Al pie de esta vitrina, encontrarás pluma y tintero. El papel búscalo tú, hay mucho por ahí...
  
Y cuando tengas ya las siete copias, repártelas a mano, entre las llamas. Una por una, por todos los rincones. Si las rechazan al huir, ponlas en su espalda. Pero no seas tan idiota como para pegarlas en un muro. Nadie tiene la suficiente sangre fría para ponerse a leer en medio de un incendio.




© Bonifacio Álvarez. 





domingo, 20 de noviembre de 2016

Primer brochazo a la cerca



Primera colaboración en la sección La cerca de Tom Sawyer.

Dos estupendos relatos de Adela Torres, alias "Daurmith" (más información en el enlace).
Aquí los tienen, no se los pierdan:

 http://paraguascongoteras.blogspot.com.es/p/la-cerca-de-tom.html


Y aquí tienen su web, que recomiendo por su punzante frescura:

http://daurmith.blogalia.com/





viernes, 18 de noviembre de 2016

La espada y la rosa




Ser sólo romántico, sin un carácter fuerte, equivale a ser pasto de las fieras, que huelen la fragilidad antes que el miedo. Ser sólo fuerte, sin romanticismo, supone ser más débil aún, en cierto modo. Como en la célebre frase de Pessoa: "las cartas de amor son todas ridículas. Pero es aún más ridículo no haber escrito alguna" (o algo así).

 Sumar romanticismo (sensibilidad a flor de piel) con fortaleza, como hace el que esto escribe, equivale a ser apasionado, aunque eso no se transparente siempre. Como un feroz guerrero que, en el fondo, ama las rosas. Pero que se niega a posar con una de ellas en la mano cuando le hacen un retrato. Y opta por la espada para eso, aunque en realidad use la espada más bien poco.

De todas formas y a la larga, uno se convierte en el soldadito de plomo del cuento, más bien. Pero en uno redivivo, eso sí, que ha logrado salir a duras penas de la hoguera. O sea: con los pies quemados. Pero en pie.

Hoy mis aforismos están en promoción, al dos por uno. Ahí va el primero. (El resto, los pueden ver en este enlace):



 «Con los años, siento que tengo peor carne. Pero también me siento mejor en mi carne. Y eso es lo malo: que cuando empiezas a estar bien, es justo cuando empiezas a pudrirte».

Creo que lo que pasa en realidad (y entrecomillo ya el segundo) es lo que decía el sepulturero de Hamlet, que lo marchito empieza cuando todavía respiramos:

 «La auténtica vejez es el cansancio. Pues no es la vida la que se consume en el cuerpo, sino el cuerpo el que se consume en la vida».

 Y conste que no me siento viejo en absoluto. Más bien al contrario. Todavía escribo cartas de amor (y cosas aún peores, sólo hay que leerme). Pero hay trabajos que empiezan a costarme mucho esfuerzo. Por ejemplo, el de ahondar en mi memoria. Aunque eso me ha costado siempre un poco.

 Tengo casi cincuenta años de edad. Y hace tanto ya que tuve veinte, que he tardado casi treinta en recordarlo.  
  

jueves, 17 de noviembre de 2016

Pescando con sombrilla




 Hoy voy a poner el paraguas del revés, para que se llene con todo lo del mundo, con lo malo y con lo bueno. Que se llene.

De dolor y de placer; de dudas y certezas; de monotonías y sorpresas; de vanidad y sencillez; de odios y de amores; de errores y de aciertos; de escepticismo y de esperanza; de locuras y razones; de  basura y de belleza; de recuerdos y… bueno, sólo de recuerdos. El olvido no puede llenar nada. El olvido son las goteras del paraguas.

 Pero pondré el paraguas boca arriba. Lo cual, en un paraguas, viene a ser como ponerlo boca abajo. Según se mire. Y según lo miremos, también nosotros estamos del revés. Y lo seguiríamos estando aunque nos pusiésemos de cabeza de verdad para tratar de evitar eso. 

No podríamos. Nuestra irracionalidad nos vence, y nuestros límites. Y además, nuestras contradicciones se adelantan. Las de cada uno y las de todos juntos. Y ponen ellas mismas el paraguas del revés violentamente, como una sorpresiva ráfaga de viento.



  Nunca llueve a gusto de todos. Pero siempre llueve. Llueve el mundo cada día, aunque no llueva con agua. Nos llueve encima, sin piedad. Como suave llovizna y como granizo, a veces. Y en abundancia, siempre. En gozosa abundancia.

Y que no falte: no hay nada peor que la sequía. Nada.

 Mi paraguas tiene un mango fuerte, para agarrarlo firme cuando hay viento. Y una punta de acero, para defenderme si hace falta. Pero hoy no usaré la punta como un arma. La usaré para clavarlo en tierra, en mi  jardín. Abierto como dije, con el hueco hacia arriba. Mirando a un cielo limpio. Da igual que no se vean nubes, créanme. Al final, llueve lo mismo. Siempre lo hace. Para bien y para mal.

 Se llenará rápido del todo (y de todo) mi paraguas, y a eso lo llamaré "vivir un día más". Vivirlo plenamente. Y luego las goteras lo irán vaciando, poco a poco. Como mi propia vida también, y la de cualquiera. 

Formarán un fresco reguero esas goteras, que nutrirá la tierra como un ciclo.

Y cuando esté vacío por completo, niños, quizá –sólo quizá─ anidarán los pájaros en él. 


Una garza negra, pescando con sombrilla.


martes, 15 de noviembre de 2016

Los genios y los pájaros



"Huyendo de la crítica", Pere Borrel del Caso.


Leo en la web del ABC que se inaugura en el Museo del Prado una interesantísima exposición sobre "metapintura", es decir: obras clásicas presentes en los fondos del museo que aluden en sí mismas al arte mismo de pintar, como los autoretratos de Goya o las Meninas y Las Hilanderas de Velázquez. Además de otras alegorías y trampantojos varios, como el célebre cuadro "Huyendo de la crítica" de Pere Borrel del Caso, que ilustra esta entrada.

Una cita imperdible, para los que estén por los madriles. Madriles sin ene, porque los mandriles (con ene) son algo agresivos. Llevarían muy lejos eso de romper los límites de la bidimensionalidad, y destrozarían de verdad los cuadros. Como ciertos críticos de arte (de los que no se puede huir) y ciertos galeristas...


 Aquí está la noticia:

http://www.abc.es/cultura/arte/abci-prado-mira-espejo-201611150223_noticia.html


                                                                *  *  *         

 Por cierto, hablando de genios y del Prado...

¿Cuántas veces habremos escuchado decir "fulanito es un genio"? (en la pintura u otros campos)

 Eso de "genio" se expresa a veces con un exceso de entusiasmo para elogiar a alguien que, puntualmente, hace o dice algo brillante.

 Lo interesante es cuando no es algo puntual sino continuo, acorde con un sólido talento. Y sin embargo no todo el mundo -en realidad, casi nadie- con un gran talento en su campo puede ser considerado un genio como tal, por más admiración que atraiga. Eso lo sabemos.

Pero es que en esa limitación habría que incluir también -y eso es lo que quiero señalar- a cualquiera que sí cumpla bien con la definición ortodoxa (y académica) de genio, que consiste en ser capaz de obras geniales, simplemente.

 Pues a fin de cuentas, lo que hace al genio no es su obra como tal (aunque ésta sea sublime) sino también -y sobre todo- su capacidad para transformar la realidad con ella.

En otras palabras: el triunfo del racionalismo a ultranza en que vivimos, que no sólo entroniza la razón sobre la irracionalidad -lo cual ya es discutible- sino que la idealiza hasta beatificarla, ha llevado a que se magnifique el estatus de "genio" como el correspondiente al máximo grado de excelencia objetiva con el que se puede caracterizar a una persona, tanto en el aspecto creativo e intelectual como incluso en el humano, a veces. Y ello por encima de cualquier otra alternativa racional o no, y siempre en un sentido cuantitativo esencialmente.

En resumen: "no basta la excelencia para ser un genio", se viene a decir siempre. "El genio es quien es más excelente que la mayoría de los otros", se remata.

Cuando en realidad habría que decir que no basta ser un genio (y serlo de verdad ya es harto difícil en sí mismo, sin duda) para ser un revolucionario en algún campo concreto -o en más de uno-, que es lo que de verdad importa.

 Pues analizándolos un poco, es obvio que los verdaderos genios son gente limítrofe, es decir: ni encajan bien en el "statu quo" vigente (en el que sea), ni son rebeldes propiamente dichos. Viven en la frontera, en realidad. Y en la frontera de la realidad, también. En su resbaladizo trampantojo.

Y al verse forzados a adaptarse a ese límite impreciso (entre la acuciante necesidad y la volátil creación) para poder sobrevivir en él, lo terminan siempre transformando, como un hábitat.

 Como esos temerarios pájaros que anidan en cualquier lugar inhóspito de nuestras ciudades, convirtiendo nuestro frenético caos en su hogar propio.




©Bonifacio Álvarez

                                 
La rueda del progreso (y su peligro)


Que cada cual interprete la luz roja...

domingo, 13 de noviembre de 2016

Mi (verídica) relación con Norman Bates




Uno ha vivido sus historias extrañas, como todo el mundo. Pero no todos las saben apreciar o las recuerdan.

 Tengo un amigo carcelero. Eso que ahora se llama funcionario de prisiones. Pero carcelero es más literario, admitámoslo. Como en las buenas (y las malas) novelas policiacas, omitiré ciertos detalles y nombres.

 Por medio de mi amigo (le llamaremos Daniel) contacté en la cárcel de una forma indirecta –y en la distancia, por fortuna– con un inquietante personaje.  Se trataba de un preso que estaba allí por matar a su madre, el angelito. Le gustaba mucho leer, y le dejaban que se encargase de la biblioteca.

  Daniel tuvo la frívola ocurrencia de hablarle sobre mí (espero que no en detalle)  y mencionarle lo mucho que me gustaba -y me gusta- la literatura. Y mi Norman Bates particular empezó a hacerme llegar libros muy amablemente, por medio de su carcelero. No los de la biblioteca, sino los suyos propios.

 Sólo fueron cinco o seis, antes de que le trasladaran de prisión (al preso, digo). Pero bastaron para mantener una cierta relación epistolar extraña. El mensaje (si es que había alguno) eran los libros. Sólo eso. Ni una carta. Ni una nota manuscrita. Nada impropio, nada indigno. Sólo libros. No hay que matar a los mensajeros. Ni juzgarlos si regalan libros. Aunque algunos tengan manchas sospechosas (los libros también)

 Los del matricida no llevaban dedicatoria tampoco, por fortuna. Habría sido morboso y siniestro a la vez. 

También interesante, pero mejor no... Era de cuchillo fácil, el tipo. Pero, con el bolígrafo, parecía no tener ese mal gusto, y callaba... Algunos críticos (y criticones) abusan de ambas cosas, por cierto. Del cuchillo y de la pluma. Ustedes mismos juzguen qué es peor.

Pero eso sí: el cabrón sabía elegir bien. Como si me conociera más de lo que sería esperable y de lo que yo habría querido (pongan aquí la sintonía de Psicosis).

 Fue una extraña relación bibliófila a distancia previa a Internet, donde los sicópatas (que los hay) ya sólo envían mensajes de desahogo (nada literarios) por twitter. O sea, con el frío pajarito azul. No con el otro gorrión gris -pero más vivo- que consolaba en la soledad de su perpetuo encierro al hombre de Alcatraz de la película (y el libro). Cuyo personaje, por cierto, se convertía finalmente en un reputado ornitólogo que se comunicaba desde la prisión por carta con el resto de eruditos del gremio.  

 Pero ni yo soy un erudito, ni mi benefactor encarcelado era célebre por nada (que yo sepa), aunque sí que era un buen "pájaro".

 Gracias a aquel ambivalente Norman Bates, matricida y bibliófilo al tiempo, descubrí al poeta ruso Evgueni Evtuchenko, en una cochambrosa edición de bolsillo del libro “tres minutos de verdad” que aún conservo.  

Un comprometido -y laureado- poeta social de la era soviética nacido en 1932 y todavía activo. El cual era muy dado, en sus buenos tiempos, a leer sus poemas con voz firme y ante audiencias enormes. Todo ello imposible de ver hoy día en un rapsoda, por cierto: lo de comprometido, lo de la voz firme y lo de las audiencias. 

A la izquierda, el poeta (auténtico). A la derecha, una víctima (ficticia)
 
Sin embargo, Evtuchenko fue uno de los primeros en superar el (obligado) sentido colectivista del antiguo régimen, que sometía a un forzoso corsé comunitario a la poesía, igual que a todo. Así que –sin renunciar por ello a su implicación social- el autor ruso empezó a emplear también un “yo” intimista en su obra. Fue de los pioneros en hacerlo en la Rusia de entonces, cuando ya el telón de acero iba cayendo para que las mafias lo pudiesen vender como chatarra.   

 Y es en esa introspección profundamente humana (que, en algunos poemas, recuerda a la de César Vallejo o Walt Whitman) donde este descendiente de ucranianos deportados a Siberia traza sus mejores versos.

 Les dejo un agridulce ejemplo, muy adecuado al post: algo truculento y acerca de un fantasma ambiguo. Y me voy a preparar café.

Pensaba darme una ducha, en realidad. Pero hoy no me apetece, hace frío…


                                                             *   *   *

El último intento (Evgueni Evtuchenko)
                                     
                                                     A Masha


El último intento de ser feliz
ciñéndome a todas tus curvas, todas tus sinuosidades,
a la blancura trémula y balbuceante
y a las bayas con el opio del saúco.

El último intento de ser feliz
como si mi fantasma, al filo del abismo,
quisiera saltar huyendo de todas las ofensas,
allá donde hace mucho estaba yo arruinado.

Allí sobre mis huesos rotos
se posa una libélula,
y las hormigas visitan tranquilamente
las cuencas de lo que ayer fueron mis ojos.

Ya me hice alma. Ya no estoy en mi cuerpo.
Escapé a mi prisión de huesos.
Pero me hastían los fantasmas
y otra vez me llaman los abismos.

Un fantasma enamorado ahuyenta más que un cadáver.
Pero tú no te asustaste sino que comprendiste,
y juntos nos hemos arrojado como a un abismo,
y el abismo desplegó unas blancas alas
que nos levantó sobre la niebla.

Y estamos tendidos juntos, no en la cama
sino en la niebla que apenas nos sostiene.
Soy un fantasma. Ya no se quiebra mi cuerpo
pero tú estás viva y temo por ti.

Otra vez revolotea el cuervo fúnebre
en espera de carne fresca, como en el campo de batalla.
El último intento de ser feliz.
El último intento de amar.